Wednesday, September 29, 2010

DE LA PLAYA AL CIELO

Cuando estaba preparando mi visita a Tenerife para conocer a mi sobrino Leo, “De la playa al Cielo” era el título que tenía en mente para este post.

Planificando mi estancia, me propuse hacer la ascensión al Teide y buscando información sobre el punto de partida di con la web del club deportivo los Realejos.

Le hice la propuesta a Pili, una gran amiga canaria y me dio como respuesta que subiría conmigo al Teide y más pa´ llá del infinito si hiciera falta, palabras que me alegraron y que demuestran que a pesar de los años estamos unidas.

Leyendo sobre la ruta 0-4-0 me di cuenta que todo en esta vida es posible, si te lo propones. Así, se me metió en la cabeza ascender al Teide desde la cota 0. Con 31 años de edad, con salud, fuerzas y lo más importante: ganas de vivir; esta ascensión supuso para mí todo un reto. Pero no todo fue tan fácil. Yo estaba metalizada, pero mi compañera dijo “socorro” cuando le propuse ascender desde la playa del Socorro. Le dije que nos podíamos juntar en la Montaña Blanca, que subiríamos juntas, pero negó esta propuesta. No me quería dejar sola en mi cabezonería.

Para cualquiera que quiera hacer esta ascensión he de decir que en la red hay bastante información. Las principales web visitadas han sido.

- Wikiloc
- Pirineos 2000
- Club deportivo los Realejos

Como no quiero narrar la ruta contada en numerosa web por otros expertos de la montaña, dejo aquí el mejor de los enlaces que encontré, dónde los tiempos son muy reales y la información muy precisa.

Fue Pili la que se encargó de hacer las gestiones para la reserva en el refugio de Altavista y elegir el día: 20 de Agosto del 2010 era el gran día. A la ascensión se apuntaban Nieves, Pedro y Jose pero sin determinar su punto de salida.
A última hora, tuvimos una baja, Jose y en su lugar se apuntó Diego. El grupo quedaba dividido. Nieves y Pedro que subirían desde la Montaña Blanca y Diego, Pili y yo lo haríamos desde la playa del Socorro.

Pili llegó a Tenerife desde La Palma el miércoles 18 y al día siguiente cogimos el bólido de mi hermana Cristina para irnos al Puerto de la Cruz, donde nos esperaba otra gran amiga, Alicia. Luego nos fuimos a los Realejos para inspeccionar el terreno y comprobar que las indicaciones que teníamos, eran las correctas.

Primer imprevisto: la playa. Llegamos al Socorro con todas las disposiciones, vamos que poco más y empezamos ese día la ascensión y ¿qué nos encontramos? Un tío cortando el tráfico diciendo que la playa estaba cerrada al público. ¡Que? Ya os podéis imaginar nuestros caretos. Le explicamos que somos unas valientes y que íbamos a subir al Teide desde la playa, etc, etc, el tipo en cuestión nos dijo: muy bien, mañana se lo cuentan a mi compañero, y sin más siguió con su trabajo. No le dimos importancia y continuamos con las indicaciones de la carretera. Mas que nada queríamos estar seguras del camino correcto que partía desde la carretera. Empezaríamos de noche a caminar y nos podríamos equivocar muy fácilmente.

Luego nos fuimos a por las provisiones y ya en casa de Diego, repasamos juntos las indicaciones con el google map, dejo aquí el plano que seguimos con los principales puntos.

No sé si fue la emoción, pensar que realmente era un pateo “jodido”, que Pili no estaba preparada. Sus palabras se me venían a la cabeza:
-Tía Rosa, que yo lo único que camino es de la silla a la fotocopiadora. Que me voy a morir.
No me dormí hasta pasadas las doce de la noche. A las 4:30 am sonó el despertador, pero yo ya estaba despierta. Me preparé un buen revuelto de verduras y junto a Diego nos fuimos a recoger a nuestra compañera.



Llegamos a la playa cerca de las 6 am. La puerta de acceso a la playa estaba cerrada. Empezamos a forzar la entrada de la verja cuando el guarda que sale a nuestro encuentro. Le explicamos la situación, le decimos que tenemos que tocar el agua para posteriormente pisar el techo de España y nos manda al carajo. Que nos vayamos a otra playa. ¿Cómo? ¿Qué pretendes que cojamos el coche, que toquemos el agua en otro punto y que volvamos aquí? ¿Pero, es que no lo entiendes? ¡Que no, tíos, que me juego mi puesto!
Contando que está la situación como para jugarte un trabajo, pues si tienes que mandar a alguien a la porra ni te cortas. Yo me callé porque estaba empeorando la situación, pero no retrocedí ni un paso de la entrada. Mira a ver, Diego, tío, dile que se enrolle. Y ahí entró el Diego más convincente. ¡Venga joder, que van a ser 5 minutos! ¡Que no nos va a ver nadie! Silencio.
¡Venga chicos, bajar y subir! ¡Rapidito! Gracias, mil gracias.
Otra muestra de que querer es poder.

Entre pitos, flautas, fotos, contienda y puesta a punto del equipo (linternas), empezamos la ascensión a las 6:30 de la mañana.

El camino hasta el Lance, donde vimos el Teide por primera vez, lo hicimos sudando y cumpliendo con los tiempos. Claro que en cada punto destacado nos tomábamos nuestros 10, 15 minutos de descanso. Diego siempre el primero marcando el ritmo y yo con Pili que preguntaba cada 5 minutos si toda la ascensión iba a tener la misma pendiente.

Cogimos la cresta de la montaña sin ningún problema, en las bifurcaciones hacíamos caso al blog de Oscar, siempre el camino más empinado y el de la izquierda. Llegamos a la fuente de Pedro, con la mitad de nuestras reservas de agua. Un extraño lugar. Continuamos la ascensión siguiendo una tubería de agua. He decir que este hecho me molestó bastante. No puedo entender cómo el último punto de agua está tan lejos de la meta, siendo una ruta tan popular en Tenerife y luego subes y subes y te encuentras con tuberías de agua. ¿Tan difícil es sacar un grifo de una tubería?

Llegamos a lo que fue el Pino Llorón, exterminado por la red de caminos, como denunciaba un cartel. El nombre se debe al efecto de la condensación del agua de las nubes al entrar en contacto con las acículas del pino. Pudimos comprobar este efecto en otros tres pinos del camino que parecían que verdaderamente estaban llorando por su compañero muerto.
Con tantas lágrimas creemos que fue en este punto donde nos desviamos y a saber por qué camino cogimos. Estuvimos pateando más de una hora sin ver ninguna de las indicaciones que teníamos. El camino era “llano” comparado con el que veníamos trayendo y bien conservado. Al fondo el Teide se presentaba ante nosotros como una alucinación e ingenuos creíamos que en un par de horas estaríamos en la falda de la gran montaña.

Llegamos por fin a un “merendero” donde estaban mis antiguos compañeros de trabajo, los de Tragsa. Preguntamos y nos encontrábamos en Piedra Pastores. Nos comunicaron que por lo menos habíamos caminado 3-4 kilómetros más, que por la cresta, el camino correcto estábamos a 40 minutos del Pino Llorón.

Eran las 2 p.m, cogimos fuerzas con un buen bocadillo y una merecida siesta de casi una horita. ¡Hasta se escucharon ronquidos! A las 3:30 con todo el solazo nos pusimos en marcha, sin duda la parte más dura hasta llegar a el Collado de la Degollada del Cedro.
De agua íbamos fatal, por no decir que jodidos si teníamos en cuenta que nos quedaba todo el Llano de las Brujas sin una sombra.

Llegamos a los límites del Parque Nacional de las Cañadas del Teide y allí estaban de nuevo nuestros salvadores. Los de la Transa, como decíamos en la Royal City. Nos dieron más de 5 litros de agua que repartimos entre los tres y que nos salvarían la vida.



Cuando el día anterior estuvimos viendo la ruta, el tramo mas temido por mí era el que nos precedía. Desde la Fortaleza hasta la montaña Blanca, se suponía que este camino lo haríamos sobre la 1, 2 de la tarde con todo el sol. Por fortuna empezamos este pateo a las 5 pm. Según las indicaciones nos quedaban 3:30 caminando por terreno llano. Para mí fue lo más guapo del pateo.

En si mismo las Cañadas del Teide son una maravilla, pero si llegas a ellas desde la playa, pasando por el mar de nubes, bosque canario y pinar… cuando llegas a este paisaje te parece estar en otro planeta, tan desértico y tan bonito, con la majestuosidad del Teide de fondo… Una maravilla para los ojos y el espíritu.
Como he dicho anteriormente, tuvimos la suerte de empezarlo sobre las 5 con lo que nos gozamos el atardecer, el cambio de luz y las distintas tonalidades de la tierra con la luna de fondo.

Llegamos por fin al primero de los huevos del Teide, yo lo abracé de la alegría. Su nombre científico son bolsas de acreación. Se forman cuando la lava desciende por una pendiente muy pronunciada como una bola de nieve acumulando capas de lava. Llegan a alcanzar los 3 metros.

Caminamos y caminamos entre los huevos, mientras recibimos la buena noticia que Nieves y Pedro ya estaban en el refugio. También recibimos otra mala: nos quedaba una “pechera que agüita” o lo que es lo mismo una pendiente que jode.
Pedro nos recomendó antes de empezar, coger fuerzas con algo de comida, mentalizarnos y no parar, subir y subir sin mirar arriba, caminar y caminar sin parar. El bajaría para ayudar a Pili, pues moralmente ya no tenía batería.

El sol estaba desapareciendo y la sombra del Teide en el Este era el testigo, el cielo se tiñó de morado y azul y la luna cobró su protagonismo. Con el último bocado todavía en las tragaderas empezamos lo que fue nuestro calvario.
Todo lo caminado hasta ahora había sido un paseo. La verdadera ascensión empieza en la cota 2.740 para llegar a 3.270 metros de altitud en apenas 3 km. En algunos tramos incluso asciendes a gatas. Los frontales no nos hacían falta, pues el claro de luna era esplendoroso.

A poco más de medio camino nos encontramos a Pedro, mi salvación y la de Pili. Me cambié las botas militares que mi hermano me prestó (en mala hora me las puse) por mis habituales zapatillas de correr, todo un descanso para mis pies. Pedro acarreó con la mochila de Pili y le hizo más liviana su penuria. Las bromas de Pedro y sus ánimos hicieron que a Pili se le despertara la vena humorística y empezara la guasa con su “coñado”, claro, que duraría poco.

Cada vez que mirábamos arriba, veíamos piedras y más piedras… Las palabras de Pedro “venga “coñada”, que ya queda poco, cinco minutos” resultaban hasta molestas. No veíamos el final. Una luz blanca y las voces de Nieves nos anunciaron la meta. ¡Pili, que ya estamos aquí! Nieves bajó a ayudar a su hermana y lo primero que le soltó fue: ¡Venga Pili, que ya te queda poco, cinco minutos! Pili tiró con el bastón y entre lágrimas y gritos mandó a su hermana (pobre, que no tenía culpa) al carajo. ¡Joder, con los cinco minutos! ¡No me digas más que ya queda poco, joder! Esta vez era cierto.

Pili entró llorando al refugio y yo sin palabras. Nos hicimos un merecido retrato que quedará para el recuerdo. El guarda del refugio nos dijo que habíamos hecho una locura, nada que no supiéramos. Tras 17 horas de pateo lo que más quería en el mundo, era dormir.
¿Cómo se duerme a 3.270 metros de altitud? Yo lo hice de p.m. pero otras personas no pegaron ni ojo por la altura. Me desperté en mitad del sueño con un sudor frío, me arropé mejor y seguí durmiendo hasta que el despertador sonó a las 5:30 am.

Nada más abrir los ojos busqué a Pili con la mirada. La noche anterior decía que ella no subía. Me reconforté verla vestirse y le di los buenos días con la mejor de mis sonrisas.
Salimos el equipo al completo sobre las 6. No hacía demasiado frío.



En cuanto nos pusimos en marcha nos sobraba todo el abrigo. La respiración se hacía difícil y el pateo comparado con el del día anterior, algo superable. Nos mentalizamos: hora y media y estamos en la cima de España. Paso a paso sin perder el ritmo subimos. La luna había desaparecido y el uso de los frontales se hacía necesario, esto impedía acelerar la marcha pues yo compartía frontal con Diego. En cambio, las estrellas se veían claramente como nunca en mi vida las he visto. Parecían estar cerca. Cada unos tres, cuatro minutos íbamos “parando” para reagruparnos. En una de estas paradas técnicas, miramos al cielo y se presentó ante nosotros la estrella fugaz mas asombrosa que he visto nunca. Atravesó de Este a Oeste toda la bóveda celeste llegando a sobrepasar los 15-20 segundos de duración y cuando alcanzaba el cenit se dividió en tres fragmentos dejando una gran estela luminosa con la que alucinamos todos los presentes. Parecía que iba a caer dentro del cráter del Teide. Fue nuestra primera recompensa.

Después de una hora llegamos al teleférico y al sendero que sube hasta el cráter. Un aire gélido empezó a azotaba nuestros cuerpos, pero nos rendíamos, al contrario, subíamos con más rapidez para encontrar un pequeño resguardo, que no existía. El cielo empieza a cambiar de color. Una línea roja rompe el azul profundo del cielo, para dar paso a la claridad y a los tonos anaranjados. Las siluetas de Gran Canaria, La Gomera, La Palma y el Hierro parecían flotar en el mar de nubes. Llegamos al cráter, pequeño para la majestuosidad del Echeyde, su nombre en canario. Ya desde la cima, a 3.717 metros de altitud, la sombra de la gran montaña bajo nuestros pies. Una pirámide perfecta que se extiende hasta donde el mar se junta con el horizonte.

El Teide o Echeyde es un estratovolcán, lo que quiere decir que es un edificio volcánico que se forma por los diferentes periodos de actividad eruptiva, con lo que en cada etapa alcanza más y más altura quedando la cámara magmática con más presión por encima. Una de las teorías de la formación del Circo de las Cañadas es el hundimiento del volcán y otra teoría es el desplazamiento gravitacional hace más de 170.000 años. Total na´.
El descenso lo hicimos en el teleférico y nos fuimos a los Realejos a celebrarlo en un “guachinche” con garbanzas, pescado salado, pulpo, papas arrugadas y vino casero.

Lo que más me llenó de toda esta experiencia es sin lugar a dudas, ver la felicidad de mi amiga por más de una hora en la que nos quedamos en la cima. Para ti Pili, por todo lo vivido juntas, por todas nuestras locuras, esta, y las que nos quedan por hacer, son todas estas palabras.

P.D. Para tu consuelo todavía tengo las uñas de los pies negras.

Tuesday, July 27, 2010

Praga. Parte IV y última

Salimos de Tábor sin problemas y llegamos a Praga en menos de hora y media. Sin darnos cuenta entramos en el centro de la ciudad y como no llevábamos blackberry que nos dijera dónde estamos, tardamos lo nuestro en situarnos. Preguntamos, preguntamos y volvimos a preguntar. El centro de Praga es horrible para el tráfico, tan pronto te encuentras con una calle cortada, de acceso peatonal, o de sentido único. La única manera de encontrar el hotel fue preguntando en otro hotel, que nos dieran un mapa y que nos dibujara en él la ruta que debíamos hacer en coche.

Nos quedamos en el Grand Majestic Plaza un hotel nuevo y totalmente recomendable con el precio de Atrapalo. Tras dejar las maletas, nos fuimos al corazón de la ciudad, su plaza.

La plaza de la ciudad vieja es una belleza, está rodeada de edificios a cada cual más bonito. Es curioso, hay una iglesia muy grande que tiene construida en su fachada principal un par de edificios. Sin lugar a dudas, la estrella de la plaza es su reloj astronómico,o gastronómico como la gracía que haría Mario, una joya de la edad media, que además de marcar la hora, te dice la posición del sol y la luna, el mes del año y muestra figuras alegóricas a la vanidad, la avaricia, la muerte y la lujuria que cobran vida cada hora en punto. Metáfora de la vida misma.

Comimos una tapita de jamón asado en la plaza, junto con la delicia por excelencia de la República Checa, la cerveza.

Nos adentramos en el barrio judío, donde visitamos todas las sinagogas visitables. El cementerio judío es curioso e incluso me atrevería a decir: romántico, pues se mantiene casi intacto en el centro de la ciudad en orden con desorden aparente. Comimos en un restaurante llamado: el Golem, desde entonces conozco la historia de este misterioso ser.

Si por algo destaca Praga es por sus románticas edificaciones, la armonía de sus calles y la accesibilidad de sus puntos de interés. Es una ciudad fácil de pasear, pues muchas de sus calles son peatonales. Está llena de pequeñas tiendas con recuerdos y cristal de Bohemia. En resumidas cuentas, es una de las ciudades más bonitas en las que he estado.

Cayendo la tarde nos dimos un paseo por la orilla del Moldava hasta llegar al puente de Carlos IV, otra de sus joyas. El apacible camino nos llevó hasta la parte nueva de la ciudad, también llamada Mala Strana, llena de restaurantes y con vida un tanto distinta de la parte vieja, entre otras cosas, por el menor número de turistas.

Ultimo día de nuestro viaje y ruta. La mañana la dedicamos a su castillo. Es una ciudadela con palacios, casas, calles y donde se encuentra la majestuosa catedral. También hay un belvedere, pero no acompañado de palacio como en Viena, sino rodeado de viejos viñedos, en donde se disfruta de una panorámica de la ciudad.

Recordando este punto del viaje, me resulta inevitable reir, cuando esperando entrar en una sala, dependencia del viejo castillo, vimos un discurrir de españoles, que parecía no tener fin. Cuando por fin pudimos entrar en la estancia, distinguida por las defenestraciones que allí sucedieron, no cabíamos en nuestra confusión y asombro no sin preguntarnos cómo un grupo tan numeroso pudo caber en la habitación y enterarse de las explicaciones del guía. Claro, que luego, desde la ventana, los vimos apelotonados en una pequeña terraza. ¡Cada vez me alegro más de viajar a mi aire!

Tras una comida (que en un principio iba a ser un aperitivo), cogimos el tranvía, línea 22, que recorre la ciudad de punta a punta. Volvimos al hotel antes de llegar al final del trayecto, porque la alergia a Mario no le estaba dando tregua.
El último paseo lo hicimos por la calle de Wenceslao hasta llegar al museo Nacional. Esta calle viene a ser como la Gran Vía madrileña y la pátina verde que el tiempo y la acción de la humedad forman sobre las cubiertas de cobre son testigos de la historia en las cubiertas de los edificios más emblemáticos.

Volvimos cerca de la plaza de la República para asistir a un concierto de cuarteto de cuerda con soprano en la Casa Municipal de Praga. Las piezas clásicas más populares provocaron que los ojos se me llenaran de lágrimas y los pelos se me pusieran de punta y en ese momento di gracias a la vida por sentirme viva y disfrutarla.
Tras el concierto, un paseo nocturno, fue ideal como despedida.

La mañana siguiente la dediqué a tomar la decisión de comprar unas copas de cristal de Bohemia (se me metieron en la cabeza), tras hacer un estudio de mercado, comparando precios y diseños, los días anteriores. He de decir que hice una buena adquisición.

No quiero cerrar este post del viaje sin puntualizar algunas contrariedades del mismo.
- Los checos no se caracterizan por su amabilidad y eso te deja un mal sabor de boca en una visita.
- Tanto en Austria como en República Checa, como seas meón o meona o tengas un problema urinario,te dejas un riñón en los baños. Por usar este servicio debes pagar unos 50 céntimos de euro.

Como despedida de este viaje familiar tan solo me queda mandar un abrazo a Javier desde el belvedere de mi salón, a Teresa, nuestra guía-comentarista darle las gracias por sus lecturas y Antonio mandarle un recuerdo que espero que lo saboree largamente en su taza kafkiana.

Wednesday, July 21, 2010

Regreso a Praga por Bohemia. Parte III

Tardamos más de una hora hasta que salimos de Viena y enfilamos la autopista. Vimos el cartel de Amstetten y eso hizo que el viaje lo amenizara una conversación de lo más espeluznante. ¡Lo que puede llegar hacer el hombre!

Por suerte o por desgracia, cuando llegamos a Mauthausen nos encontramos con el campo de concentración cerrado. Estaba cayendo la tarde y el silencio junto con los pensamientos de las atrocidades que allí sucedieron, dieron a la visita un sabor lúgubre. Paseamos por los exteriores y comprobamos que las dimensiones del campo no eras excesivamente grandes, pero suficiente para asesinar a más de 190.000 personas, entre ellas a 5.000 españoles.

Seguimos el curso del río por la carretera hasta llegar a Linz. La ruta inicial fue modificada para hacer un viaje más relajadamente y dormimos en esta pequeña ciudad. Tiene un aire industrial y mercantil y su centro resalta por su sencillez. Nos dimos una vuelta cuando ya había anochecido y cenamos sushi en la terraza de un edificio con vistas a una de sus principales calles. La vuelta al hotel la hicimos paseando por las orillas del Danubio, tan esplendoroso a su paso.

La mañana la dedicamos a visitar el museo "Ars Electronica Center - Museum of the Future". Lo malo es que todo lo explican en alemán. Es un centro interactivo donde los jóvenes pueden disfrutar de las últimas novedades de la animación digital y del uso de los nuevos medios. He de destacar la simulación del universo que vimos en 3D, no en una pantalla normal, si no delante de ti, cómo si lo pudieras tocar. Una representación que te recuerda que no somos nadie.

Salimos de Linz sin problemas, cruzamos la frontera informados por una señal y tras cruzar el paso de montaña, a los pocos kilómetros cogimos el curso del Moldava en su etapa más joven. Esta carretera discurre por el ladito del río, con lo que pudimos contemplar al mismo tiempo una de las aficiones de los checos, el kayak y la canoa, practicados al completo en familia.

Al pasar por el primer pueblito, tuvimos que hacer una parada de emergencia. Saborear una cervecita al lado del río y disfrutando del frescor del bosque y del agua. Un delicioso aperitivo para lo que luego nos esperaba.
Teníamos intención de comer en Ceský Krumlov, en un restaurante recomendado por un checo compañero de Mario en Dubai. Aquí dejo el enlace. Comilona es poco para decir lo que nos metimos entre pecho y espalda. Es un asador de carne de estilo medieval y no tan solo por su decoración sino por la generosidad de sus raciones y el sabor de su carne. ¡Qué delicia!

Para bajar el atracón, nos dimos una vuelta por ese pueblito mágico lleno de turistas, subimos a su torre y paseamos de nuevo por sus encantadas calles. Es un pueblo para quedarse al menos una noche y sentirte en otra dulce época. Pero no nos pudimos quedar. Uno de los inconvenientes de planificar una ruta y reservar los hoteles con descuentos por anticipado, es que no puedes improvisar paradas tan merecidas como ésta.

Entre el empacho de la comida, las dos jarras de cerveza y el sol que me había dando en toda la azotea durante el paseo, pasó la mayor de nuestras desgracias en nuestro viaje: metí mal tres veces el pin de la blackberry de Mario y para desgracia de todos, la bloqueé. Digo de todos, porque era nuestra herramienta para guiarnos en la ruta y saber donde estábamos en cada momento. Sería deshonesta si no confesara que en el fondo sentí un gran alivio al saber que Mario no tenía maquinita con la que distraerse. Prometo que no lo hice a propósito.

Como nos demoramos en nuestra comida y nuestro paseo, el monasterio cisterciense que tenía ganas de visitar, no pudo ser, ni tan siquiera lo pudimos ver por fuera. Claro que no teníamos la certeza de estar en la puerta. Próxima parada, el castillo de Hluboka nad Vltavou. Aunque ya sabíamos de antemano que estaría cerrado Mario lo quería ver por fuera. Seguimos las indicaciones hasta que dejaron de existir. Preguntamos a una mujer que estaba trabajando la tierra de la parcela de su casa y confirmó mi sospecha, el castillo estaba justo en lo alto de la montaña, encima de nuestras cabezas, nos indicó el camino para subir. Justo apareció el vecino, le preguntamos y confirmó (claro que todo por gestos y señas, nada de inglés) lo que la mujer había dicho, pero nos mandó por el camino opuesto. Hechos un lío tomamos erróneamente el camino que nos dijo el hombre hasta dar a una carreta. Mario se mosqueó y dando media vuelta tan sólo divisamos una almena del castillo desde lo lejos.

Llegamos a Tábor, un pueblito con encanto en lo que se refiere a su núcleo. Nos quedamos cerca de él, a dos pasos de la plaza, donde nos dio la bienvenida un grupo de pop rock en la que estaban tocando con poca audiencia. Nosotros empeñados en nuestra labor: buscar un bar donde ver el partido de la selección española con Alemania. Al final lo vimos en el hotel.

Tras la sensación de la victoria y la tranquilidad de aquel lugar, dimos un paseo nocturno disfrutando de la plácida noche.


Tuesday, July 20, 2010

Viena. Parte II

Llegamos a Viena siguiendo las indicaciones del google maps en la blackberry de Mario, justo a la puerta del hotel, donde estaba Javier esperándonos. ¡Ya estaba la familia al completo!

Nos alojamos en el hotel Kolping Wien-zentra a una parada de metro de la ópera. La red de transporte público en Viena es excelente. Entre los tranvías y el metro tienen cubierto todos los puntos de la ciudad, es la mejor manera de moverse por la city, además es una red muy sencilla. Compramos un abono de transporte público válido para dos días. Algo muy útil.

Tras una ducha refrescante, Javier nos llevó a un Heuriger, un lugar típico donde la gente se reúne para beber vino. El vino es blanco y de barril y lo mezclan con soda, una especie de rebujito a lo vienés. Pero tenía que tener una pega este lugar tan idílico y era que no tenían televisión para ver el partido de la selección española y Paraguay.

Por suerte, lo pude ver en un bar en la zona acompañada por dos austriacos que no pararon de beber y fumar en todo el tiempo que estuve allí. He de tener un recuerdo para estos señores porque a decir verdad fue uno de los peores partidos de la selección en todo el mundial y posteriormente se enfrentarían con Alemania, un equipo que hasta el momento había deslumbrado con su precisión y buen juego.

Viena es una ciudad llena de edificios con solera, palacios, grandes calles y avenidas, en resumidas cuentas una ciudad para perderte y no llegar a ver todos sus rincones. Es grandísima. El primer día de nuestra visita empezamos por el centro, por la catedral de San Esteban, cruce de antiguos caminos, continuamos por el palacio de invierno de Sisi, por la escuela española de equitación, por la biblioteca, el museo de ciencias naturales… Hasta llegar al Quartier Museum un complejo cultural con 4 museos en su interior. Nos pareció interesante visitar el Mumok, museo de arte moderno, pero tendría que ser para el día siguiente pues ya era la hora de comer.

Ese día comimos al lado de la catedral en un café-restaurante en el que más curioso que sus platos fueron sus baños. Las puertas de los baños eran transparentes y cuando echabas la llave se volvían opacas. Lo cómico fue que creyendo que había echado la llave, estaba haciendo pipí tan tranquila a vista de todos los presentes hasta que Teresa avisó de mi precaria situación. Todo un cuadro para una señora que en ese momento entró en el servicio y me vio en toda faena.

Tras un largo paseo llegamos al Prater, donde se encuentra la más famosa de sus atracciones. La noria. Rememorando la película del tercer hombre nos montamos en ella y pudimos contemplar las vistas de la ciudad desde una de sus antiguas cabinas.

Y seguimos caminando, caminando y por fín el Danubio. Ante nosotros estaba el río por el que han navegado multitud de sueños y anhelos amorosos gracias a su famoso vals “En el bello Danubio azul” compuesto por Johann Strauss (hijo) en 1867. Según un amigo de Antonio, si tus ojos no ven el Danubio de color azul es que no estás enamorado. He buscado de dónde ha sacado Óscar esta cita, sin encontrarla. Agradecería que alguien me sacara de mi ignorancia.


Rematamos el día en la plaza del ayuntamiento. Me sorprendió la afición musical de los vieneses. Gente de todas las tribus urbanas, edades y razas se concentraron en los numerosos restaurantes al aire libre para disfrutar primero de sus amistades y después de la proyección en una gran pantalla de conciertos de música clásica.

Esa noche vimos el concierto del joven pianista chino Lang Lang. No sé si fue el cansancio del no parar desde las 9 de la mañana o la sencillez del solista al piano. Mi mente simplemente pensaba en un descanso entre las sábanas y el calor de mi habibi.

Segundo día en Viena; primer destino, el museo de arte moderno, Mumok. ¡Qué gran decepción, lo más interesante para mí, fue el moderno edificio de 4 plantas en el que están las exposiciones!

Nos dimos una vuelta en tranvía por la otra zona del Ringstrasse también llamado anillo o gran bulevar, que no conocíamos. Hicimos tiempo hasta la hora de comer.

Javier nos llevó a uno de los restaurantes más populares de Viena, famoso por su plato de escalope de ternera también llamado Wíenerschítzel o Schnitzel, un lugar abierto al público desde hace muchos años. En cuanto me ponga en contacto con Javier para conocer el nombre del restaurante, pondré el enlace. Ya está, el restaurante doblemente recomendado está aquí.

En la tarde, nos dimos un agradable y relajado paseo hasta llegar al palacio de Belvedere. Dejamos la visita para la mañana siguiente y nos fuimos a la plaza del ayuntamiento a disfrutar de un repertorio español, tocado por la orquesta sinfónica de Viena y dirigido por el polifacético Plácido Domingo. El escenario en el que estaba rodado el concierto, el palacio de Schönbrunn y la música tan conocida me llevaron hasta mi país, tan lejos de él.

Última mañana en Viena. Me puse las zapatillas de correr y siguiendo el curso del canal llegué hasta el palacio de verano de Sisi o Schönrunn. Indescriptible la sensación de correr por sus bellos y enormes jardines. Me sentía como un potrillo real, correteando por las dependencias palaciegas. La vuelta la hice en metro pues no me daba tiempo de estar lista para la próxima y ansiada visita: el palacio Belvedere.

El día anterior tuvimos la ocasión de disfrutar de sus exteriores y su historia. Así que esa mañana nos concentramos en su colección de arte. En ella se encuentran las obras más importantes de Klimt, Egon Sheile (un contemporáneo de Klimt) y Franz Xaver Messerschmisdt, este último hizo una colección de bustos de lo más curiosa. Sin lugar a dudas lo más destacado, tierno y bello es el cuadro del beso de Klimt, un cuadro que brilla con dorado propio.

Tras la comida y una tierna despedida de Javier, pusimos rumbo a nuestro siguiente destino.


Monday, July 19, 2010

República Checa y Austria. Parte I

Por fín llegó el momento de tomarse un respiro y descansar del angustioso calor que se sufre en los Emiratos Árabes durante los meses estivales.
Un día de fiesta por la conmoración del día que el profeta Mahoma dejó la Meca para llegar a Jerusalén y ascender a los cielos, 4 días de vacaciones y escapada de 10 días para algún sitio.

Aprovechando la inauguración de vuelos con Praga de la compañía aérea de Emirates, compramos unos tickets y allí que nos juntamos con los padres de Mario: Antonio y Teresa. Daba la casualidad que Javier coincidía esos días en Viena en su curso de dirección de orquesta, así que la excusa perfecta para planificar una ruta por ambos países en compañía familiar.

Para ver el mapa con más detalle pinchar AQUI

Nosotros llegamos temprano, a las tres de la tarde ya estábamos aterrizados en Praga, como los padres de Mario no llegaban hasta por la noche, cogimos el coche y nos plantamos en el pueblo de Karlstejn que tiene un castillo muy popular. El problema de la República Checa son los aparcamientos. Buscando un parking adecuado nos adentramos en el pueblo hasta que nos persiguió un policía y con un medio inglés nos mandó a tomar vientos, sin opción de bajar por donde habíamos subido y nos obligó a dar un rodeo de unos 15 km para volver casi al mismo punto. Esta vez dejamos el coche en el parking y subimos la cuesta andando. Como llegamos al castillo con muy poco tiempo para la visita, preferimos quedarnos en lo alto y contemplar relajadamente el verdor del paisaje tan ajeno ya a nuestros ojos.

Con la tarde ya cayendo, decidimos comer, merendar o cenar, lo que a esa hora tocase. Lo hicimos junto al río en un pueblito por el camino. Nos sorprendió gratamente, la cantidad de ciclistas y aficionados al camping que hay en este país. Otra forma de viajar, se llama: turismo activo.
La tasa de alcohol para conducir en la República Checa es 0,0 así que el pobrecito de Mario tan solo pudo mojarse los labios con mi cerveza. Por el contrario disfrutó de uno de los manjares prohibidos en los Emiratos Arabes, la carne de cerdo. En este país se puede disfrutar de la carne de cerdo en todas sus variantes, desde salchichas, jamón cocido, a la brasa, filetes de lomo, etc, etc. Desde luego que tanto la cerveza como su gastronomía son uno de los puntos a destacar de este país y algo que te llevas en el paladar y que todavía saboreas cuando recuerdas momentos como el de aquel día.

Llegada de Antonio y Teresa asombrosamente puntales. Tras el encuentro de 6 meses sin vernos, nos montamos en el coche y nos ponemos rumbo al un pueblito camino de Viena, Senohraby, donde pasaremos la noche. A decir verdad el hotel de 5 estrellas en el que nos quedamos no las merecen. Destaca su arquitectura algo ostentosa, queriendo imitar a un castillo checo, pero le falta armonía y atención en la decoración de las habitaciones.
Nos ponemos al día de nuestras vidas en la terraza del hotel disfrutando al mismo tiempo de una deliciosa jarra cerveza y lomo ibérico recién traido de las Españas.
A mi me despierta el sol matutino hacia las 5 de la mañana, sería por la emoción del viaje o por la claridad del día, el caso es que me levanto de la cama de un brinco, me pongo las zapatillas de correr y con el frescor de las primeras horas del día me pego unas carreritas por el pueblo, perdiéndome por sus calles, su monte y alucinando con sus casitas rodeadas de parcelas con huertas.

Tras un copioso desayuno a base de salchicha de cerdo, nos ponemos en camino. Primera parada: el castillo de Cesky Sternberk. Está encaramado en lo alto de una montaña, entre dos ríos y se disfruta de una vista muy bonita del valle. Nos dejamos llevar por las guías del castillo y disfrutamos de sus salones con frescos, estucos y muebles de época. Los secretos que guardan sus paredes me hicieron soñar con el romanticismo de otros tiempos.

Coincidiendo con la hora de comer hicimos una parada táctica en Brno, capital de la región de Moravia. Luego dimos un paseo por el centro con toda la solanera, su casco antiguo no destaca por su belleza, no obstante, para nosotros, ya acostumbrados a los modernos rascacielos, pasear por sus calles fue todo un placer.

En la ruta estaba seguir por la autopista E65, pero un despiste siguiendo las indicaciones a Viena hizo que nos desviáramos por la E461 separándonos del complejo Lednice-Valtice. No visitamos Lednice pero si paramos en Valtice, regiones muy parecidas, caracterizadas por sus paisajes vinícolas, sus casas palaciegas y sus jardines boscosos. Hicimos alguna cata de vino blanco, compramos alguna botella y nos pusimos rumbo a Viena pasando por minifundios de viñedos entre pueblo pintorescos.


Por cierto, que ese día jugaba la selección española con Paraguay y como buena seguidora, apoyado a España desde por la mañana.

Friday, March 12, 2010

Estambul Capital Europea 2010

Teníamos un pequeño break en el comienzo de este año, así que estuvimos valorando distintas opciones para hacer una escapadita.

Como nada más teníamos 5 días, nos quedamos con la opción de Estambul, a pesar de que Mario prefería visitar algún lugar más exótico y evitar otro país de cultura árabe.

Gracias a nuestra amiga Ana, que ha estado viviendo allí dos años, planificamos nuestra estancia con las mejores recomendaciones y los lugares de mayor interés turístico.

Llegamos a Turquía a la 1 de la mañana y después de pasar los rutinarios controles del visado cogimos el autobús que nos llevaría al centro de la ciudad. He de decir que el transporte público funciona increíblemente bien en Estambul.

Nos alojamos en el Tulip Pera Hotel al lado de la calle peatonal de Istiklal, un auténtico hervidero de gente donde la vida de la calle parece no descansar.

Por la mañana, después de un buen desayuno, deportivas y a patear. Empezamos en la torre de Gálata, antigua fortaleza genovesa que controlaba la seguridad de la ciudad.

Seguimos por el puente de Gálata y visitamos la mezquita de Yeni Cami, antiguo hospital y escuela, para después dar un paseo por el bazar de las especias, muy auténtico y colorido.

Seguimos caminando y empezó a llover así que decidimos meternos a ver el palacio de Topkapi traducido como el Palacio de las Puertas de los Cañones, por su ubicación. La entrada cuesta unas 20 Liras Turcas, al cambio unos 10 euros. Casi todas las entradas a monumentos tienen este precio excepto las entradas de las mezquitas que son gratuitas.

Como llovía casi no pudimos apreciar la belleza de sus patios y sus jardines, pero nada más entrar te haces una idea de cómo debía ser en todo su esplendor.

Está lleno de salas, como el harén, con paredes y techos totalmente decorados con los que fácilmente te imaginas que estás en otra época. Hay una sala con reliquias religiosas en las que hay una huella, un diente y unos trozos de barba de Mahoma entre otros misterios. También dispone de uno de los mayores tesoros del mundo. Después de ver tantos rubíes, zafiros, esmeraldas y diamantes te muestras incrédulo ante semejante tesoro. Me quedé con ganas de ver una de las mayores colecciones de cerámica China del mundo, situada en las cocinas del palacio, porque las estaban renovando. Como curiosidad hay una sala de circuncisión, con lavabos y plataformas donde se realizaba semejante práctica. A saber bajo qué condiciones higiénicas y como quedarían los intervenidos…

Con los pies empapados y el frio ya metido en el cuerpo fuimos a buscar el bus que nos llevaría a nuestro hotel, pero antes paramos en un “restaurante” yo a comerme una sopa y Mario un kebab de pollo.

Por cierto que nos dieron 2 billetes de 5 liras turcas más grandes que los normales y que luego nadie quería porque los mismos habían sido sustituidos por otros nuevos. Al día siguiente volvimos airadamente a que nos cambiaran los billetes por unos buenos, si me lo dicen de Mario, no lo creo. Cómo se nota que está aprendiendo a que no le tomen el pelo.

Después de un merecido descanso, paseamos por Istiklal, ¡una pasada! Si un domingo por la mañana, en el barrio de la Latina, en Madrid, hay ambiente, en esta calle es alucinante la gente que hay todos los días. Hay un montón de restaurantes locales, tiendas con chocolate artesano, unas reposterías en las que se comen los dulces con los ojos, bares, chiringuitos vendiendo mejillones frescos… Vamos de todo. Por recomendación de Anita, cenamos en una galería que tenía muchos toldos y que te traían a la mesa la bandeja de pescado fresco para que escogieras el que quisieras y te lo cocinaban a tu gusto. Riquísimo.

Día 2, cambio de hotel. Como el tiempo no nos acompañaba y casi todos los monumentos se encuentran en la Old Town, decidimos cambiar de hotel. No obstante la experiencia de estar en las dos Europas fue lo mejor que pudimos hacer.

Nos dirigimos directamente a ver la mezquita azul. Tuvimos que esperar porque justo llegamos en la hora de los rezos, así que tocó pasar frío en la puerta, por cierto que hacía un viento gélido que se nos metió en los huesos y ya no desapareció.

Si no hubiese sido por el frío que pasé, hubiera percibido la mezquita mejor. Es muy grande y su cúpula es impresionante, lo que pasa que con tanto cable para sujetar las lámparas como que pierde un poco el encanto. Se construyó en 1609 para competir con la belleza de Santa Sofía, en el lugar que ocupa el Gran Palacio de Constantinopla y parte del hipódromo. ¡En Estambul se respira historia!


Como se nos hizo tarde para visitar Santa Sofía, fuimos a visitar la cisterna de Yerebatan, una auténtica pasada. Construida en el año 532 por los bizantinos, cómo depósito de agua dulce, cuenta con 336 columnas romanas de diferentes lugares y épocas, hay dos columnas que tienen como base unas cabezas de Medusa. La mitología cuenta que si la Medusa te miraba a los ojos te quedabas petrificado. Actualmente este antiguo depósito de agua se utiliza como criadero de carpas y como almacén de deseos.

Tercer día, por fin, Santa Sofía. Desde fuera no se aprecia toda la belleza que guarda en su interior. Fue construida en el año 537 por los bizantinos con el objetivo de ser la basílica más hermosa del mundo. No me cabe la menor duda que lo fue en su momento. Fue utilizada como iglesia cristiana durante 1000 años hasta que el imperio otomano conquistó Constantinopla y la convirtió en mezquita alzando cuatro minaretes. A pesar de la cantidad de turistas que la visitan a diario, la sensación de amplitud es ilimitada. Preciosa.

Bajamos hasta el puente de Gálata para comernos unos bocadillos de sardinas riquísimos y asegurarnos del horario para el paseo por el Bósforo al día siguiente.

Ya por la tarde, visitamos el Gran Bazar, un laberinto lleno de tiendas con un montón de cacharros en los que no pusimos mucha atención.

Como ya estábamos hartos de comer en puestos callejeros, decidimos probar suerte en uno de los restaurantes recomendados en internet. Imbat. Todo un acierto, un romántico sitio en la parte superior de un hotel con un buen servicio, excelentes vistas y una buena cocina otomana. Recomendable.

Último día. Paseo por el Bósforo. Ana nos recomendó dos paseos imprescindibles, uno El Cuerno de Oro y el otro el Bósforo hasta llegar al mar Negro. Como no teníamos tiempo para los dos elegimos el último, más que nada, por ver que se cuece en las aguas que comunica el mediterráneo con Rusia y demás países. Estambul es una ciudad muy turística y como tal, se aprovechan para venderte lo mismo a un precio mucho mayor. La línea pública marítima IDO funciona de maravilla así que elegimos ésta para hacer nuestro viajecito en barco. Tardamos como una hora y media en llegar a las orillas del mar negro. En este último punto del recorrido el barco para unas 3 horas, tiempo suficiente para dar un paseo por el pueblo, subir al pequeño castillo con unas vistas excepcionales y caer en la trampa para turistas que los chiringuitos ponen.

Como a la vuelta a Estambul todavía teníamos tiempo, aprovechamos y nos dimos un baño turco en uno de los lugares con mas solera. Claro que todo se paga. El hamman en cuestión se llama Chamberlitas y data del siglo XVI.

En uno de nuestros paseos nocturnos por los alrededores de Santa Sofía y la mezquita Azul, vimos un puesto que por unas 10 liras turcas, venían a tu hotel y te llevaban al aeropuerto. Arriesgándonos, compramos los tickets. La furgonetilla en cuestión se retrasó 15 minutos y no os podéis imaginar el estado de ansiedad de Mario. Vamos que con más de 3 horas de antelación íbamos a perder el avión.

Llegamos a Emiratos a las 7 de la mañana con lo que todavía nos quedaba un día para descansar en la playa.

Un abrazo.

Thursday, March 04, 2010

Suiza, nuestra pequeña luna de miel

¡Por fin! Ya no tengo excusa para sentarme delante del ordenador y escribir nuestro pequeño viaje a Suiza.

Tras la boda, disponíamos de tan sólo 4 días para visitar el país y un amigo de una amiga que vive allí, nos diseñó la ruta.
Aprovechando la escala en Zúrich de la vuelta a Dubai hicimos el siguiente recorrido:
- Lucerna
- Interlaken
- Gruyeres
- Friburgo
- Schaffhausen

Llegamos al aeropuerto y el frío nos dio la bienvenida, cogimos el coche de alquiler y directamente nos fuimos a Lucerna, parando a comer algo por el camino.
Como veníamos reventados del ajetreo que celebrar una boda conlleva, nos quedamos en el hotel para descansar hasta por la tarde. Además yo estaba incubando un pequeño catarro que se me pasó nada más pisar Dubai.

Ya de noche, nos dispusimos a conocer la ciudad de Lucerna paseando por sus calles casi vacías.
Cuando llevas mucho tiempo viviendo en una ciudad moderna como es Dubai, cuando visitas cualquier lugar histórico, la sensación de caminar por la historia de la ciudad es una agradable sensación así que no paramos hasta que apretó el hambre.
Llamados por un agradable olor nos metimos en un cálido restaurante, muy pequeñito, justo a tiempo, pues ya casi estaban cerrando y degustamos una auténtica y sabrosa raclette. Todavía puedo salivar al recordar el fuerte sabor del queso…
La mañana siguiente una ciudad rodeada de montañas, puentes y lagos nos dio los buenos días y dedicamos toda la mañana a patearnos la ciudad, recorriendo su muralla, su puerto y sus puntos de interés, como el hermoso león herido tallado en la pared de un parque.

Nos aprovisionamos de chocolate casero y nos pusimos rumbo a Interlaken por unas tortuosas carreteras que discurrían por unos bellísimos paisajes.
Interlaken debe su nombre a que se encuentra situado entre dos lagos, cada cual más bonito. Es un sitio muy popular en invierno por la cercanía a una de las mayores pistas de esquí suizas y por que presume de tener la estación de ferrocarril más alta de Europa.

Como no podía ser de otra manera, reservamos los tickets de tren para el primer trayecto de la mañana. Nos levantamos a las 5 de la mañana y el tren llegó con una brillante puntualidad a la estación, claro que estamos hablando de Suiza, país mundialmente conocido por su la exactitud de sus relojes.
Tardamos casi dos horas en llegar a la cumbre de Jungfrau de 3.454 metros de altura después de un oscuro viaje en tren atravesando literalmente las montañas por túneles escavados en ellas.

Acostumbrados ya a vivir en el desierto os podéis imaginar cómo nos quedamos cuando contemplamos la belleza de las montañas que nos rodeaban: ¡Helados! A primera hora del día, justo amaneciendo salimos al exterior, Mario para bailar una jota y yo para sentirme viva al tener el viento en mi cara. Sin parar ni un momento, nos recorrimos toda la estación y advertimos que había un camino en la nieve que te llevaba a un pequeño albergue.

Con lo puesto, empezamos a caminar sin saber lo lejos que estaba, a esa altura el esfuerzo es mucho mayor y paso a paso disfrutamos del frío paseo.
A Mario se le quedó literalmente la cámara helada y era una pena no poder hacer una foto al paisaje. Por suerte, adelantamos a un padre y un hijo y muy amablemente nos hicieron unas fotos que posteriormente nos mandaron por mail. Aquí aprovecho y les doy las GRACIAS.
Salvando unas escaleras de hielo (por cierto, que yo iba con deportivas), llegamos al albergue. Allí una sopita caliente y vuelta a la estación con una agradable satisfacción.

La bajada de la estación de Jungfrau fue preciosa, parecía que éramos los protagonistas de un libro de cuentos infantiles, montados en un tren. ¡Todo parece tan ideal en Suiza!
Decidimos comernos una fondue en Grindelwal, por cierto, como suele pasar en los sitios más turísticos, no fue de las mejores… y bajamos hasta Interlaken siguiendo el curso del río.

Los suizos son grandes amantes de la naturaleza y eso se nota. Tienen una red de senderos para ciclistas y senderistas, totalmente indicada, incluso con la distancia y el tiempo de un punto a otro. ¡Vamos que es difícil perderse!



Llegamos al pequeño hotel y cogimos rumbo a nuestro próximo destino.: Gruyeres.
No teníamos reservado el hotel, así que como no sabíamos con lo que nos íbamos a encontrar buscamos alojamiento en el camino. Buscando, buscando…. Fuimos a parar a un remoto albergue. ¡Qué raro! Claro que cualquiera le dice a Mario, después de subir una escarpada montaña llena de curvas y precipicios que no quiero quedarme en el albergue…
Además, ya había caído la tarde y todavía nos quedaba parte del recorrido para llegar a la ciudad de los quesos.
Con resignación nos quedamos en una fría habitación, hicimos malabares hasta que conseguimos juntar las dos camas. Por lo menos disfrutamos de una preciosa vista de las montañas aislados del mundo.

Bien tempranito, nos pusimos en ruta. Cuando llegamos a Gruyeres, no nos lo podíamos creer: Estábamos en de nuevo en un cuento, un pueblo medieval con un castillo solitario en la cima… con casitas echando humo… y con un olor a queso que hacía de él paraíso paro los ratones. Como lo visitamos por la mañana no degustamos ninguna raclette ni fondue, pero paramos en una enorme fábrica de quesos y nos trajimos dos buenas cuñas que luego nos comimos en Dubai.

En Gruyeres también se encuentra la fábrica de chocolate de Nestlé, antigua Cailler, uno de los sueños de Mario. Por suerte o por desgracia, la fábrica hacía una semana que había cerrado el centro de visitantes, digo por suerte, porque así Mario tiene una buena excusa para regresar.

Friburgo se encuentra cerca de Gruyeres así que decidimos comer allí. No deja de ser una ciudad Suiza con un bonito casco antiguo lleno de ruidosos coches. Tras un breve paseo, hala, vuelta al coche y caravana en el autopista que nos llevaría a Schaffhausen, lugar donde se encuentra las mayores cataratas suizas.

Tan sólo pasamos la noche en este bonito pueblo, que por cierto está en la frontera con Alemania. Fuimos a cenar comida típica suiza sin queso y luego nos tomamos unos vinos en una tasca española donde charlamos con su dueño, Pedro, un español afincado en Suiza desde hace más de 30 años.

A la mañana siguiente, bien tempranito, camino al aeropuerto y antes de coger el avión unas buenas cervezas tostadas.

Si tengo que decir que fue lo que más me gustó de Suiza, no sabría qué decir. Es un país muy bonito en su conjunto, por el paisaje y sus pueblos. Claro que si estás acostumbrado a Europa no te sorprenderá como países de otros continentes y culturas.

BESOS